Rodeado
de montes y de bruma, de verdes tonos, húmedos y cálidos, se encuentra el
pueblo de Ixtapan del Oro con sus poco más de 1 000 habitantes.
A 1,800 msnm,
la locación vuela en reversa hasta encontrarse con sus orígenes mazahuas. De la
ancestral tradición indígena queda, a la vista del viajero observador, la
profunda mirada de los habitantes de Ixtapan del Oro, la firmeza de sus rostros
y la noble alegría de sus sonrisas, así como una zona arqueológica poco
explorada, El Pedregal, que invita al visitante curioso a investigar las
circunstancias culturales de su origen. Lo cierto es que poco se sale de la
población que orbitó alrededor de este sitio. Probablemente comerció con sus
vecinos michoaques (los de la tierra del pescado) y batalló contra los embates
expansionistas de los aztecas y sus aliados, los señores de Texcoco y Tlacopan
(con quienes Tenochtitlan había formado la Triple Alianza en 1431). Haciendo un
poco de historia, en 1478 los aliados fueron vencidos por los michoaques o
tarascos, bajo el mando de su señor Tzitzipandácuri, en Tlaximaloyan
(Taximaroa, Ciudad Hidalgo, Michoacán). Pero desconocemos el rol que desempeñó
la población mazahua en este contexto histórico. La respuesta precisa sólo
podrán darla, con el tiempo y la investigación necesaria, los arqueólogos. Sin
embargo, la raíz del nombre indígena de este pueblo da cuenta por sí sola de su
valor: Ixtapan o “lugar en o sobre sal”: uno de los productos más preciados y
costosos del México prehispánico. No en vano se realizaba para su obtención un
específico ritual que garantizaba, en manos de las sacerdotisas de
Chalchiuhtlicue (esencia femenina del agua), su pureza y su valor.
Pero la
tierra local no sólo fue rica en este producto. Para el siglo XIX, cuando la
sal se había devaluado y los metales sustentaban entonces el intercambio
comercial del mundo, el pueblo era conocido ya como Ixtapan del Oro debido a la
existencia de vetas auríferas en su subsuelo y en sus alrededores. ¿Fueron
explotadas en su totalidad? Los pobladores responden con sonrisas y silencios.
Para la gente los mineros son cosa de un pasado no muy lejano, pero ya casi tan
añejo como el siglo. El oro forma parte hoy de la memoria legendaria de un
lugar donde sólo abunda la riqueza de la naturaleza. Las bocas de las minas que
se conocen han sido selladas. Su corazón metálico dejó de latir, y las veredas
abiertas por los pesados y cansados andares de los mineros de antaño se han ido
perdiendo ante el avance de la maleza.
Los
principales atractivos de la localidad son, hoy por hoy, su encalada iglesita y
el jardín de su plaza, adornado por dos objetos contrastantes, tanto en función
como en estética: su quiosco y una escultura encontrada en las cercanías de El
Pedregal.
El quiosco es
pequeño y mantiene la tradición de todos los que durante el siglo XIX
adornaron, y aún embellecen, las plazas del país. Destacan su cuerpo en forma
de octágono, su escalinata de ascenso y las columnas de madera sobre base de
piedra que sostienen un techo con vigas, del mismo material, cubierto con teja
roja.
En cuanto a
la escultura prehispánica, remite a las formas de la pirámide de Qutzalcóatl en
Teotihuacan: de las fauces abiertas de una estilizada serpiente emerge,
aparentemente ciego, un personaje enmascarado, tal vez un sacerdote con la piel
de laguna importante víctima sobre el rostro. En sí, el conjunto habla del mito
de Quetzalcóatl, pero también falta por investigar al respecto, ya que no se
conoce bien el contexto del que formaba parte.
Por lo demás,
el jardín de la placita responde al diseño de un jardín afrancesado, recortado
en sotos donde el intenso verde de las plantas y el alegre colorido de las bien
cuidadas flores, contrastan con el cemento gris-blancruzco de los andadores de
la misma plaza.
Atrás de
ella, y resaltando sobre cualquier otro edificio circundante, se encuentra la
iglesia. Pese a haber sufrido los efectos de las modas cíclicas, el atrio
abierto marca su claro antecedente del siglo XVI. Su encalado portón forma un
perfecto arco de medio punto con remate piramidal, que se extiende a los lados
con un muro de mediana altura que parece abrazar los costados del sacro
recinto.El efecto de la entrada, que cuenta a la vez con un bello trabajo de
herrería, se repite en el portón de la iglesia. Hacia uno de sus costados se
extiende la construcción en dos pisos, pero hacia el otro lado se encuentra el
elemento que la distingue: una torre con cinco cuerpos, los dos intermedios con
ventana, el cuarto con un reloj y el quinto con una ventana oval techada por
una pequeña cúpula. Tanto la iglesia como el pueblo llevan la marca de la
remodelación que en 1975 se realizara de todas las poblaciones del Estado de
México, para hacerlos atractivos al turista: casitas encaladas, farolitos de
corte siglo XIX en cada esquina y calles empedradas. ¡Ideal para cualquiera que
busque olvidarse, en un lugar tranquilo, de la mañana cotidiana! Y algo más...
Pero Ixtapan
del Oro cuenta con un elemento más a su favor, que lo vuelve doble o, mejor
dicho, triplemente atractivo.
En primer
lugar, a escasos 2 km al noroeste del lugar, lo que implica un paseo de media
hora a pie, se encuentra el parque ecológico de El Salto, en honor de la
cascada del mismo nombre. Con sus 60 m de altura la cascada refresca al
paseante para luego aumentar el cauce del río Ixtapan, que cruza la población y
que se alimenta también de un manantial local. Marca su entrada el regalo de
uno de los lugares más visitados del Estado de México: una carreta color
terracota que lleva al zoológico de Zacango. El Salto, ya sea al recorrer el
parque por los bien marcados caminos o al descansar en las mesas
estratégicamente colocadas para merendar, se ajusta perfectamente al disfrute
del paseante. No se trata del “gran parque” que lo deja a uno atontado,
boquiabierto, y que lo obliga a regresar para poder realmente apreciarlo: El
Salto nos atrapa con su mezcla de árboles, flores y rocosos y elevados
farallones, así como por la tranquilidad que se respira y que invita al paseo
sosegado, al descanso y a la meditación.
Sin embargo,
el lugar más concurrido es el balneario El Salitre, que cuenta con un manantial
cuyas aguas a 20ºC surten una alberca y un chapoteadero, más otra alberca de
agua templada y una zona de cabañas junto con otra de campamento, perfectamente
acondicionadas; posee además un bello jardín donde, entre árboles frutales de
diversas especies, se extiende la zona de juegos. En total, el balneario tiene
tres hectáreas que, como todo en Ixtapan del Oro, armoniza y parece fundirse
con las montañas que conforman el paisaje local.
Y es que todo
se vuelve bruma en Ixtapan del Oro. Todo de pronto es tierra húmeda y fecunda,
paz, vida casi tropical, y color. Pocos sitios puede uno encontrar donde el
hombre y la naturaleza se encuentren tan acordes. Si tuviéramos que definir el
sentimiento que nos invade al estar ahí sería, probablemente, el de ser
poseídos por la belleza natural, abierta y dadivosa, pero precisa. Ixtapan:
lugar sobre la sal, el oro y la hermosura, emergiendo silente, ancestral y
amable en pleno corazón del monte.
ATRACTIVOS TURÍSTICOS
Al amanecer
las nubes se van soltando de las montañas y dejan al descubierto las barrancas
y los senderos siempre verdes de este edén para los campistas. Ixtapan del Oro
tiene espectaculares paisajes, aguas termales, cascada en el Parque El Salto y
El Balneario Las Salinas, en los cuales hay cabañas y zonas acondicionadas para
acampar en un ambiente paradisíaco.
En la cabecera del municipio el vistoso centro nos reserva agradables caminatas entre las pulcras calles empedradas, bajo la luz de las farolas del siglo XIX que nos guían a la plaza principal con su kiosco, donde se encuentra el monolito prehispánico que nos recuerda la ancestral herencia de estas tierras y la iglesia de San Miguel Arcángel con sus joyas de jade, y el aroma de sus restaurantes como franca invitación a degustar los platillos típicos remata los muchos atractivos de estas tierras.
En la cabecera del municipio el vistoso centro nos reserva agradables caminatas entre las pulcras calles empedradas, bajo la luz de las farolas del siglo XIX que nos guían a la plaza principal con su kiosco, donde se encuentra el monolito prehispánico que nos recuerda la ancestral herencia de estas tierras y la iglesia de San Miguel Arcángel con sus joyas de jade, y el aroma de sus restaurantes como franca invitación a degustar los platillos típicos remata los muchos atractivos de estas tierras.
Población
Típica
Los Mazahuas
se asentaron en estos valles durante los siglos XII y XIII de nuestra era y
pese a las constantes luchas contra los chichimecas y los aztecas, todavía
conservan las antiguas tradiciones y ceremonias. El pequeño poblado resalta
entre el verdor de la barranca donde está asentado, su caserío de tejas rojas y
calles empedradas y adoquinadas convergen en su plaza principal adornada con
plantas y árboles de la región semi-tropical. Caminar por las calles de este
municipio con una paleta de zarzamoras silvestres o tomar asiento en los
pequeños restaurantes y fondas para probar los deliciosos tamales de ceniza y
el tradicional mole, disfrutar de la naturaleza y del balneario es otra manera
de divertirse y conocer estas antiguas raíces culturales.
Parque El
Salto de Chihuahua
El parque
ecológico El Salto es uno de los más visitados. Desde el inicio del recorrido
atrapa a los viajeros por la inigualable belleza de sus árboles y flores del
camino que nos conducen hasta el atractivo principal del parque: un hermoso
salto de agua con más de 50 metros de altura, que baña con un fino rocío todo
el paraje. Esta cascada ha formado una alberca natural donde los turistas
gustan de refrescarse y zambullirse en sus cristalinas aguas. A escasos 2
kilómetros de la cabecera, una media hora a pie, sobre una carretera color
terracota, el parque ofrece excelentes instalaciones campestres con mesas,
asadores, bancos, idílicos senderos y una inigualable zona para acampar.
Iglesia de
San Miguel Arcángel
En la plaza
principal de Ixtapan del Oro más allá de los jardines y el kiosco, se encuentra
una austera iglesia del siglo XVI dedicada a San Miguel Arcángel, aunque ya ha
sido restaurada, su encalado frontón conserva el arco de medio punto con un
remate triangular que se extiende a los lados por muros de mediana altura. La
puerta de la entrada tiene un hermoso trabajo de herrería y al interior hay dos
piezas de jade en el altar principal.
Balneario
Las Salinas
En las
inmediaciones del centro muy cerca del Parque Ecológico de El Salto, se
encuentra este famoso balneario al que los pobladores gustan llamar “Las
Salinas”. Los cristalinos manantiales que ahí nacen alimentan con sus aguas una
alberca y un chapoteadero con aguas termales que tienen una temperatura de 30
grados. También cuenta con una alberca grande de agua dulce. El Balneario tiene
vestidores, sanitarios, áreas verdes una alberca de agua templada y dos
magníficas zonas, una con cabañas y otra con las condiciones perfectas para
acampar.
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